Sábado, 12 de mayo, marcha a “Cumbres Avenas”. Yo no pude asistir. Transcurrió el día. Mi móvil suena muy tarde, es de noche. José Luis me da la triste noticia. Una desgracia había sacudido al grupo. Ajenos a lo que acontecía a Maruja; mochila y bastones en el suelo. Se va unos metros, no muy lejos, unos pasos más allá. De repente, en un instante: vacío, vértigo y dolor, mucho dolor. Angustiados en su búsqueda, e incrédulos después, cuando apareció, os quedasteis rotos, consternados. Crueles momentos de confusión, impotencia y resignación.
Hasta hoy no he tenido fuerzas para escribir unas líneas y muchas veces, durante estos días, me he preguntado: ¿Dónde quedan esa zozobra, desazón y sufrimiento que ella padeció en esos breves segundos, ante un impacto tan brutal? Tal vez en nuestro interior durante largo tiempo. No pudo asirse a nada en su caída y se fue sin poder decirnos algo. Elevamos al cielo nuestra pena y sentimiento y, con el corazón partido al no poderla ver más, rezamos para que su alma descanse en paz.
Puede que resulte muy duro recordar, pero todo nos ayudará a superarlo. Llega la marcha de los tres días, a la que Maruja iba a asistir, y lo que acontezca parecerá distinto: la cita de la llegada, los rostros, las miradas, las palabras y, más tarde, los pasos, las sendas, la comida, la tarde y el viaje de regreso. El pesar por lo sucedido a esta excelente persona, invadirá al grupo y los pensamientos, recuerdos y comentarios, así como el caminar, de nuevo, por las montañas, serán el mejor homenaje a nuestra compañera, fallecida en tan fatídicas circunstancias, ya que muchos lugares transitados a su lado, nos devolverán al pasado.
Maruja: la fatalidad segó tu vida. Una perdida irreparable para tu familia y amigos. El destino quiso que este desenlace fuese trepando por las montañas que tanto anhelabas y que colmaban tu espíritu intrépido y aventurero. Algo me dice que seguirás caminando invisible por llanos, valles, y laderas, con tu enérgica y atlética figura, entre todos nosotros.
Echaremos de menos tu andar firme y ligero, tu ánimo y energía; también nos faltarán tus leves sonrisas y justas palabras, junto a prolongados silencios. Recordaremos tu sinceridad y timidez y tu rostro de piel sonrosada. Comentaremos dichosos tus ansias de vivir, caminar y disfrutar, así como tus deseos de compartir y tu disposición para ayudar a los demás. Los dulces que nos ofrecías, tras la comida, seguirán en nuestra memoria y paladar. “No te olvidaremos”.
Recibe con este escrito el simbólico abrazo que no te pudimos dar en nombre de todos los componentes del “Peñas Arriba” y del “2.000 y pico”
Alfredo López
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