11/06/2022. Sábado.
Hoy vamos a Cardaño de Arriba (Leon). Un viaje de cerca
de tres horas muy largo e incómodo, menos mal que el conductor nos llevó sin
sobresaltos y conduciendo muy bien, como un profesional. Sobre las once nos
pusimos en marcha sin sospechar que el tiempo nos jugaría una mala pasada… El
camino, rodeado de retama (piornos) con su flor amarilla intensa nos hizo
olvidar la incomodidad del viaje, fue un regalo para los sentidos, sobre todo
para el olfato pues despedía un intenso olor a néctar.
Pero a la media hora comenzaron a oírse los truenos en la
lejanía y cada vez más cerca, no parecía muy grave, ya que solo cayeron cuatro
goterones, pero una segunda envestida fue decisiva. Tres de los caminantes se
dieron la vuelta, el resto más o menos calados continuamos hasta el Lago de las
Lomas. Allí todavía llovía algo y amenazaba la tormenta. Se volvieron diez
caminantes, cinco continuamos subiendo con la suerte de que la tormenta eligió
otra ruta y las cumbres secas, sin viento, sin rayos fueron un premio para los
osados que llegamos a ellas y disfrutamos de la excelente visibilidad hacia los
cuatro puntos cardinales. A la derecha aparece el escondido Valle de Lechada, a
la izquierda el valle de las Lomas, por el que hemos subido, por detrás, las
Agujas de Cardaño cierran la cabecera del valle de las Lomas. De frente tenemos
siempre a la vista la mole del Espigüete, también el Murcia, etc. y a medida
que avanzamos por la cumbre, van apareciendo los lagos de los Hoyos de Vargas y
el lago Frontino.
Tras descender varias centenas de metros y atravesar
picos y collados nos volvimos a sentir seguros de que ya no habría más
tormenta, así que nos sentamos a comer sobre las tres y media, cuando el sol
amagaba con salir y el cielo se iba despejando. Fue otro gran momento del día,
pues el sitio gozaba de una panorámica sensacional hacia los tres macizos de
Picos de Europa y el resto de la Cordillera.
El descenso por el collado del Coto Redondo al arroyo de
Valcaliente y aterrizar en la Vega de Valcabé tampoco estuvo nada mal… y a las
seis estábamos en el bus. ¡Estupendo!
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