19 – 06 – 2021.
Salida al Pico Paraes desde Cahecho.
Con mas problemas de lo previsto, llegamos a la plaza de
Cahecho. El bus era demasiado grande para lidiar con aquella carretera de
subida a Luriezo y Cahecho. Varias curvas requirieron de la pericia del
conductor, que finalmente salió victorioso y se colocó mirando para Santander
por si las moscas…
Fuimos treinta los que echamos a andar a eso de las 10.45,
justo después de hacer la foto del grupo.
La mañana ideal para caminar pista arriba a la sombra de los
robles.
A la media hora o poco mas, tomamos un ramal a la izquierda
que nos condujo a la cresta divisoria del valle Estrecho con el de Bedoya. Estamos
en el Collado Orticedo, un paraje mágico al que se debe volver solo por admirar
de nuevo aquellos raros robles centenarios que amenizan el paraje. Parecen seres
monstruosos sacados de una película de miedo rodada en un lugar fantástico.
Dejamos atrás aquel insólito paraje y nos dispusimos a subir
las duras rampas que nos quedaban para llegar a la cresta de la sierra. A la izquierda, en las píndias laderas del
Pico las Segadas, ladraba un mastin que cuidaba un rebaño de cabras. No parecía
gustarle mucho nuestra compañía y no calló hasta que nos fuimos alejando.
Por el norte, la niebla llegaba a las crestas y no pasaba de
ahí…, daba media vuelta como si una barrera invisible le impidiera seguir entrando en los
dominios de Liébana…
Un nutrido grupo intentó subir al Pico Paraes. ¡Demasiado tarde!, la niebla tapaba por completo el valle de Lamasón, Tanea y
Garabandal. Marcha atrás y a comer el bocata debajo de una enorme roca. El
viento pronto empezó a molestar, las manos se enfriaban, no corría ni el té ni el café..., así que no tardamos en
descender.
Tras llegar a la pista, trazamos una variante de descenso distinta a la ruta de la mañana, rodeamos los prados de Tobaño por la izquierda según se baja hacia Cahecho. Resulto ser
un atajo por el que enseguida llegamos al bus y al bar....
Hasta la de Julio.