Ha
pasado una semana y parece que fue ayer…
Cuando
alguien preguntó: “donde está Maruja”,
una sensación extraña me invadió y aún continúa hurgando en alguna parte de mi
interior.
Supongo
que a todos les ocurrió lo mismo.
Todavía
no puedo asimilar que hayamos estado dos horas comiendo y sesteando en la cara
dulce de la montaña mientras tu viajabas por la cara áspera hacia el más allá.
Solo unos
metros nos separaban.
Ni un
grito, ni un adiós... tan solo la mochila y los bastones que dejaste al borde, como
testigos ciegos, mudos e innecesarios para el viaje que iniciaste. Por debajo
el vacío y la niebla, y más abajo tu cuerpo hecho un guiñapo.
Los
humanos no nos conformamos fácilmente, necesitamos saber por qué ocurren las
cosas, necesitamos explicaciones, aclarar los hechos.
Por eso
a los tres días volví al lugar del suceso.
Miré
por abajo, por el medio, por arriba y nada…, ni una señal, ni una marca, ningún
indicio que aportara luz.
Lo que
sea que haya ocurrido puede que nunca lo sepamos, o quizá sí…, cuando nos
reunamos en el más allá si es que existe.
¡Hasta
entonces Maruja!
Que gran compañero de salidas a la montaña eres, Sotres.
ResponderEliminarSiempre con la palabra justa, nunca una más alta que otra, sereno, precavido,responsable y casi siempre seguro de la senda a tomar.
Es un placer compartir contigo un sábado de marcha montañera.
Perdona el anonimato, prefiero seguir aprendiendo de ti casi en silencio como hasta ahora.
Mucho animo, compañero, para ti, para los que estuvimos ese fátido sábado y en general para todos los que compartian la montaña con Maruja Q.E.P.D.
totalemente de acuerdo con el anterior post.
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